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Relato: Me hice un aborto y mi familia no lo sabe

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En el seno de una familia conservadora CATA quedó embarazada sin querer estarlo. Con la presión de velar por si misma y luego de una estafa al intentar comprar sus pastillas de misotrol, relata como logró realizar un aborto en un país donde esta práctica está penalizada.

Por CATA.

Y por familia me refiero a mi mamá. Pertenezco a esa típica conformación familiar chilena donde el padre no figura y toda la carga va en ella, en la mamá. Al mismo tiempo, los pensamientos que imperan en mi hogar son de derecha, y ni siquiera pertenecemos a la clase acomodada. Comentarios como “militares a la calle” y “Pinochet salvó el país” son algo que vengo escuchando desde la infancia. Ahí entra el tema del aborto. El aborto, para mi mamá es asesinato y las que abortan: asesinas.

Por eso, cuando quedé embarazada, esos primeros minutos horribles de angustia, sosteniendo el test de embarazo positivo con la mano temblorosa, ni siquiera pasó por mi mente recurrir a ella.

Aunque en ese tiempo tenía pareja, sabía que estaba sola, que tenía que solucionarlo sola, que era “mi” problema. La carga que tenemos las personas con útero es inmensa. Siempre es nuestra culpa y, hasta las señoras lo dicen: “nos cagamos la vida”. El padre puede abandonar sus responsabilidades en cualquier momento y no recibir un castigo social tan alto; Chile, país de huachos, dicen, mientras que la persona que queda embarazada tiene una carga aún mayor sobre sí.

imagen de una boca con pastillas bajo la lengua de misoprostol para abortar
Pastillas sublinguales de misotrol

Pastillas Falsas

En ese tiempo no tenía ni la mitad de información que hoy, también siento que tampoco había tanta difusión del tema, así que me encomendé a Google y compré unas pastillas.

Me estafaron. Hoy en día esa página sale en todos los posts posibles sobre “páginas que venden misoprostol falso”. Me cobraron 180.000 por las pastillas. Tuvimos que ir a La Cisterna, a una gasolinera afuera del metro, a hacer la compra. Todo parecía tan tránsfugo, pero en la desesperación una no piensa mucho en esos detalles.

Cuando no sentí ningún tipo de dolor, ni hubo sangrado, le hablé por WhatsApp a la “mujer” que me había facilitado las pastillas (nunca la vi, y la persona que me las entregó en La Cisterna fue un hombre). Me dijo que podía tratarse de un embarazo ectópico. Era la primera vez que escuchaba eso, así que lo gugleé.

Quedé con más miedo. Estaba segura de que no quería ser mamá, mi relación ni siquiera era estable y toda la situación del embarazo nos estaba separando aún más. Él hacía su vida, iba a la universidad, a sus juntas con amigos, y yo me quedaba en casa sintiéndome pésimo, me dolían los pechos, tuve antojos, dormía más de lo normal y pasaba todo el rato pensando en qué hacer, cómo lograr hacer el aborto y que de verdad funcionara. Incluso pensé en viajar a Argentina. También consideré matarme si todo fallaba.

Visita al ginecólogo

Con el miedo del embarazo ectópico, pedí hora al ginecólogo. Supuestamente era un ginecólogo confiable, me conoce desde chica, ha atendido a todas las mujeres de mi familia, me daba esa sensación de familiaridad que necesitaba. Era la primera vez que iba a uno, así que estaba nerviosa, le pedí a mi pareja que me acompañara, pero me dijo que no, que tenía que ir a clases. Fui sola y le conté que intenté abortar. El doctor me dijo que el misoprostol solo servía cuando el feto estaba muerto. O sea que me mintió. Me hizo la eco intravaginal y ahí comprobé que no tenía un embarazo ectópico. Mentiría si dijera que sentí algo, familiaridad, amor…, no, nada, para mí solo era un problema, algo que tenía que resolver. Nunca voy a olvidar lo último que me dijo el doctor cuando nos despedimos: a apechugar no más.

¿Y qué pasa si no quiero “apechugar”? ¿Por qué tengo que “apechugar”? ¿Por qué son las mujeres las que siempre tienen que hacerse cargo de las grandes responsabilidades de la vida, como un acto heroico y trágico, y los hombres pueden desprenderse sin ser apuntados con el dedo? ¿Por qué yo me veía más preocupada de todo el tema que mi pololo? ¿Por qué yo no tenía ganas de nada y él incluso iba a carretear?.

Cartel en marcha por el aborto imagen de revista bravas
Marcha por el aborto

El aborto

Encontré otra página, esta vez cobraban menos, 60.000, y todo era por llamada telefónica. Hablé con un chico, se escuchaba igual de joven que yo, estudiaba medicina. Le comenté lo que me había dicho el ginecólogo y lo desmintió y me dio una explicación científica que no podría volver a reproducir. Mi pololo fue a buscar las pastillas a la estación Pedro de Valdivia y esa misma noche lo hice.

Nunca he sentido tanto dolor. Me retorcía en la cama y no podía hacer ruido, mi mamá y mis hermanos dormían. Recuerdo que los dolores empezaron una hora después de ingerir las pastillas. Sangré y comprobamos que esa vez había resultado. Todo terminó a las cinco de la mañana, y yo tenía que trabajar a las nueve (trabajaba como part time en una heladería del mall).

«Tomé ibuprofeno, llevé hartas toallas higiénicas y fui a trabajar, como si la vida fuera normal, como si no hubiera abortado. Nadie lo sabía, así que era, de alguna forma, como si no hubiera pasado».

CATA.

«Ser mamá debe ser una elección»

Fueron nueve semanas de terror y lágrimas. Me afectó bastante no poder conversarlo con nadie, me hubiera gustado poder contarle a mi mamá, que me hubiera cuidado mientras sentía las contracciones, que me hubiera hecho cariño en el pelo. Pero sé que nada de eso habría recibido de haber sabido que estaba embarazada. Conociéndola, me habría obligado a continuar con el embarazo, me habría dicho “yo te lo crio” o que ella me iba “a ayudar”, habríamos discutido al tocar la posibilidad de un aborto. Me imagino yo haciéndolo igual y ella echándome de la casa.

Hoy escuché como mi mamá decía que todo mi pensamiento feminista se basaba en ser parte de algo, en tener amigas, en tener una “personalidad”, que solo repito cosas que leo, dice que ella me conoce porque “me parió” y que yo, en el fondo, no soy “así”. Me gustaría decirle que aborté en su propia casa y que ella no tiene idea, que, desde ese momento, el feminismo comenzó a ahondar en mí con más fuerza, y que creo en un aborto libre, seguro y gratuito para todas las personas con útero, no porque lo leí en un libro o porque lo saqué de un post de Instagram, sino porque no quiero que nadie viva jamás las nueve silenciosas semanas de terror que tuve, porque ser mamá debe ser una elección y nada más.

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