Durante siglos, los pueblos indígenas han luchado y sobrevivido en nuestro país. Desde el no reconocimiento de sus derechos y la apropiación de sus territorios, 3 mujeres han alzado la voz en este escrito para compartirnos sus demandas y reflejar su cosmovisión.
Por Consuelo Cruz, administradora pública y colaboradora brava
El Estado se erige como una institución patriarcal y hostil para las mujeres. Un cimiento que genera obstáculos para ejercer libremente sus derechos. Sin embargo, esta situación se complejiza para las mujeres que enfrentan una doble discriminación, ya sea por clase, raza y/o etnia.
En la actualidad no existen muchas políticas enfocadas en los derechos de las mujeres indígenas. Más bien, las políticas existentes para estas destinatarias tienen mayoritariamente un enfoque desarrollista, tratándose mayoritariamente de subsidios y entrega de créditos.
Desde el norte de nuestro país, conversamos con Kiriath Campillay, Esmeralda Ramos y Loreley Yvenes, tres líderes diaguitas y Lickan Antay, para recoger su visión sobre las políticas públicas dirigidas a mujeres indígenas y los desafíos que se enfrentan en este contexto.
La relación del Estado con las mujeres indígenas es catalogada como insuficiente y “muy vertical” según estas tres mujeres. El Estado no escucha las peticiones de las mujeres indígenas como colectivo y se entregan respuestas inadecuadas a sus problemáticas sin considerar su cosmovisión e imponiendo la visión del Estado.
Además, destacan el hecho de que Chile sea uno de los pocos países en los que haya que acreditar la condición indígena, lo cual dificulta más aún el poder acceder las diferentes políticas.
“La relación del Estado con nosotras es mala, a nosotras se nos ha vulnerado los derechos como indígenas. Somos un pueblo diaguita que es matriarcado. No ha sido fácil estar en esto. Una por ser mujer, segundo por ser indígena. Hemos sido vulneradas, el Estado no tiene consciencia ni por el hombre indígena, menos tiene conciencia por la mujer indígena”, señaló Kiriath Campillay, autoridad ancestral Diaguita, cacique de la comunidad Corazón de Arco iris y de la Asociación Amankay Akainik.
Desde San Pedro de Atacama, Esmeralda Ramos también realiza un análisis de la situación y afirma que existe una relación asimétrica. “Es una relación muy vertical, llegan las postulaciones, los fondos y no hay posibilidad de que uno haga innovación”, aseguró la presidenta de la Agrupación cultural de Oficios ancestrales e innovadores de San Pedro de Atacama.
E incluso, para Loreley Yévenes, la relación sería insuficiente. “Tratan de escucharnos pero a veces igual nos olvidan, mira yo estoy perteneciendo a ONU mujeres desde el 2018 (…), hemos mandado cartas, peticiones, todas las cosas que nosotros hemos pedido para tratar de arreglar o que nos ayuden un poco. Hasta el momento todavía faltan muchas respuestas que nos entreguen. Yo creo que las leen y ahí quedan guardadas no más, no tenemos respuesta”, sentenció la presidenta de la Asociación Indígena Esperanza Lisayá Nickán.
Cuando se les pregunta a estas mujeres cuál es la mayor demanda que tienen como pueblos indígenas, responden enseguida que es tener su propia tierra y los derechos sobre ésta. Lo que abarcaría tener acceso al agua y a su vez, ejercer su cosmovisión en la alimentación, educación y salud.
Kiriath señala que el agua y la tierra es lo que mantiene viva a su cultura, sus medicinas ancestrales y a ellos mismos. Tener una tierra propia es el mayor desafío que tienen como pueblo indígena para no morir ni quedar en el olvido.
“El Estado ha vendido nuestra agua a extraños, a extranjeros, a otra gente que no tiene nada que ver con nuestros pueblos. Necesitamos derechos de tierra y de agua. Nosotros al tener nuestra tierra y nuestra agua, tendríamos también derecho a tener y mantener nuestra lengua. Por lo que conservaríamos nuestra cultura y no se iría apagando como sucede ahora”, afirmó Campillay.
Es por esto mismo, que Kiriath hace énfasis en la educación. “Nuestra lengua se debe enseñar en las escuelas, desde nosotros mismos y sobre nuestra sabiduría. Sería algo esencial que en las escuelas se les permitiera tener profesores populares -como se les llama- y que fueran de nuestra tierra. O de los diferentes lugares que existen. Hasta el momento, en Chile somos diez pueblos reconocidos. De todos estos, deberían existir representantes de cada espacio”, aseguró.
Con el Covid-19 y el aumento del uso de la tecnología, se visibilizó aún más la brecha de la alfabetización digital, donde no todos poseen habilidades y/o entienden de tecnología digital. Es por ello, que para Esmeralda es necesario compatibilizar lo ancestral con la tecnología para así mantener vigente su cultura.
“Con el Covid nos tocó estar dentro de nuestras casas y nos dimos cuenta que teníamos terrenos que alguna vez fueron agrícolas. Las mujeres estamos recuperando lo que nuestros abuelos hacían. Nos estamos dando cuenta que la tecnología es bastante buena pero igual hay muchas técnicas ancestrales que queremos recuperar. El desafío de las jóvenes es juntar la tecnología con lo ancestral”, dijo la líder Lickan Antay.
Para Esmeralda, es también urgente potenciar y empoderarse con el rol matriarcal que tienen como cultura y que se ha perdido en este último tiempo. “Tengo la esperanza que ahora con esta misma experiencia que estamos viviendo y que las mujeres se dieron cuenta que eran capaces de trabajar la tierra, que pueden regar, manejar los canales y todo eso, puedan prescindir algunas de sus parejas masculinas”.
En esa misma línea, Loreley cree que el mayor desafío que tienen es que se les escuche como mujeres indígenas. “Como mujeres necesitamos ser escuchadas. Es lo que más una solicita porque una hace peticiones, te leen pero luego quedas en el olvido. Queremos tener reconocimiento”, opinó.
Además, Loreley afirma que es urgente que el Estado incorpore sus recomendaciones y realice cambios en el Registro Social de hogares como también, en el proceso de otorgar beneficios, ya que la acreditación de la condición indígena y los requisitos que se solicitan, complejizan el acceso a la información para las personas.
El Estado no ha sido capaz de entregar un reconocimiento efectivo a los pueblos indígenas que habitan el territorio. Por este motivo, las mujeres indígenas se enfrentan con una doble discriminación sistemática al ser mujeres e indígenas, lo cual en muchos casos también se cruza con una situación de pobreza. La demanda es por la entrega de derechos básicos y un reconocimiento que pueda concretarse en participación y respeto a su cosmovisión.
“Que el Estado nos reconozca y que respete nuestra cosmovisión, lo que somos (…) Las mujeres indígenas tienen que estar en las políticas de todas maneras, que nos reconozcan, lo que realmente somos, el valor que tenemos. Y eso es no tan solo para la mujer indígena, eso es a nivel mujer, como tú, como yo, como todas, que se nos reconozca que somos únicas y el valor que tenemos es incalculable”, manifestó Kiriath.
Esmeralda considera que un punto fundamental que deben considerar las políticas públicas orientadas a mujeres indígenas es la educación, “Yo creo que la capacitación es el camino, yo creo que necesitamos mandar a nuestras jóvenes sobre todo a la academia, puede ser la universidad, puede ser un colegio técnico o por último un intercambio de experiencias con otras comunidades”.
Así también se refiere a la maternidad y el parto, que actualmente las mujeres indígenas no pueden vivir completamente de acuerdo a su cosmovisión “en San Pedro tenemos un problema que no están naciendo niños en San Pedro, antes las atendían las parturientas prácticamente en las casas y ahora no las dejan, las obligan, las controlan y a última hora van a parir a Calama”.
Loreley cree que la base de su reconocimiento se encuentra en la participación y una forma de asegurarla sería su incorporación al congreso. “Integrarnos más, aceptarnos en lo que es la cámara de diputados, el senado, porque siempre hay mujeres pero no son indígenas (…) debiese haber una cierta cantidad de ingresos mínimos”.